miércoles, 4 de mayo de 2011

Santa Claus tiene una pistola

Voy a intentar en el futuro no contar historias del abuelo cebolleta que luego hay quien en privado, y veladamente en público, me riñe por no cerrar la boquita (y eso que soy discretito, pardiez). Pero ya me conocen ustedes, soy un poco “enfant terrible” y hoy me salto al norma que yo mismo me he autoimpuesto. Indisciplina en estado puro.

Le conocí en USA hace ya casi una década, las ruinas de las torres gemelas aún echaban humo y los americanos sufrían en su orgullo un ataque simple y mortífero que nadie había parecido anticipar. Su sentimiento de invulnerabilidad se había desvanecido a la misma velocidad que las torres se desplomaban sobre sí mismas.

Al grano Rocket, que lo de la pluma no es lo tuyo.

Fue profesor mío y nos llevábamos bien, manteníamos una buena relación. Era un ex-Teniente Coronel de Marines cuyo aspecto físico era, cuando menos, peculiar. Medía no menos de 1,90 m, lucía una barriga de no escasas dimensiones y a su blanco pelo se le unía una barba, más bien pobladita, blanca también como la nieve. Lucía, además, unas gafas de lo más tradicionales que le hacían ser el vivo retrato de Santa Claus.

Cualquiera que viera a G. sin conocerle pensaría que esa sonrisa burlona y ese cuerpo de tejano aún aficionado a los buenos steak no habían roto un plato en su vida.

Sin embargo, G. había servido muchos años en los Marines, y a su estancia por dos veces en Vietnam había que sumar otras cuantas intervenciones y escaramuzas aquí y allá en una época en la que lo de pegarse de tiros, o adiestrar a quien los pegara, requería de menos concierto internacional y de menos cumbre de jefes de gobierno. Era la época de la guerra fría.

Dejó después el servicio activo y se dedicó a engordar y a realizar una labor prácticamente exacta a la que desarrollaba antes pero, eso sí, vistiendo de paisano y mirando con agrado el mucho más que notable incremento de sus ingresos mensuales. Chico listo este G.

Nos gustaba discutir sobre el carácter de un soldado, cuál debía ser el perfil psicológico ideal, cómo se podía formar, entrenar y adiestrar a un ser humano para aguantar una tensión que roza lo paralizante y cómo se le podían poner límites y frenos para evitar chiflados por las calles de cualquier barrio de una coqueta y tranquila ciudad del medio oeste.

Y he de decir que no coincidíamos en muchas de nuestras opiniones, pero era muy interesante hablar con él. Quizás no fuera el docente más ortodoxo del mundo, pero era alguien que sabía enseñar a quien quisiera aprender. En resumen, el sujeto era un auténtico crack, una extraña mezcla de marcialidad bien entendida, método científico y mucha cuchufleta y pantomima. Algo difícil de explicar para quien no ha tenido la suerte de verle en acción.

Ahora leo en los periódicos perfiles psicológicos de los SEAL, o de cualquier otra unidad de comandos, retratados por periodistas que comentan de oído comentarios ajenos y no termino de entender muy bien ni de qué hablan ni a quién describen, porque crean nuevos clichés para definir a individuos que son cada uno (a excepción de hermanos) de su padre y de su madre.

En fin, cosas mías. A lo que iba.

Recuerdo una conversación con G. Le pregunté qué haría si tuviera a Bin Laden delante de él y una pistola en la mano. Su respuesta fue instantánea: “matarlo” En un acto que ha resultado ser premonitorio le volví a preguntar “¿incluso si no lleva armas, si está desarmado?”, “matarlo” volvió a contestarme. Y créanme que en ese momento no estaba ni para pantomimas ni para cuchufletas. Esos ojos se volvieron fríos como un témpano mientras me hablaban. No exageraba ni un ápice.

Recuerdo que yo le dije que, probablemente, sería incapaz de hacer tal cosa, disparar a un hombre desarmado a sangre fría y él respondió que a saber, que él no tenía ni idea de lo que yo haría, pero que probablemente yo tampoco.

Pues el pasado domingo tres “pajaritos” no dudaron ni un segundo en apretar el gatillo. Es todo cuestión de entrenamiento y convicción.

Como el día que me di cuenta que Santa Claus tiene una pistola… y está dispuesto a usarla.

2 comentarios:

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

(Ahora sí, pardiez).

¡Me cago en to lo que se menea! Tras leer el primer párrafo, el de la letra cursiva o BASTARDILLA, he experimentado uno de mis ataques de mala follá y ahora no puedo seguir leyendo hasta que se me pase: tengo planeado reabrir a las masas lectoras mi famoso blog con el subtítulo de "La vuelta del enfant terrible", pero ahora que usted ha usado ese galicismo voy a parecer un puerco copión.

Pues nada, nada más que por eso me pego otros cuantos meses con DCC chapado. ¡Y encima dejo de respirar!

(Muchas gracias por lo de la felicitación [superflua por lo demás] a Cachalote, María y Rocket).

GS2008 dijo...

Apreciado Rocket, creo que es algo tan sencillo como entrenamiento y convicción... y que un hijo de la grandísima puta se haya llevado por delante a mas de 3000 compatriotas tuyos de una sentada y encima sin dar la cara, que se inmolen en nombre de cualquier dios de los cojones unos pobres desgraciados (o no tan desgraciados) y yo saliendo por la tele a justificar lo injustificable, amos anda, es que yo no gastaba ni una sola bala, lo mataba a alpargatazos... al igual que a ese serbio al que le sigo teniendo ganas.