lunes, 11 de febrero de 2013

Memorias del Watergate


"Yo tenía una granja en África..." así es como empieza la famosa película. 

Con la añoranza de quien sabe que nunca volverá a vivir el momento más importante de su vida, la protagonista evoca esa época en la que se desarrolló su gran aventura vital.

Memorias de África.

Y gracias a ella, muchas mujeres se han imaginado a sí mismas en el porche de su casa de Kenia, o quizás erigiendo la escuela de los niños Kikuyus y, sin duda, siendo "enjabonadas" por Robert Redford. Todo ello hayan tenido oportunidad o no de estar realmente en África.

El periodismo, como las mujeres valientes y osadas, tiene también su imaginario, su granja en África y sus Kikuyus.

El Watergate supuso el principio (y probablemente el cenit) del desde entonces llamado "periodismo de investigación" El coraje, la perspicacia y la tenacidad de Bernstein y Woodward condujeron a la dimisión del mismísimo Presidente de los Estados Unidos.

No hay periodista que no sueñe, alguna vez en su vida, con ser el investigador y descubridor de una conspiración, de un complot, por parte del poder.

Reventar un escándalo que conduzca a la dimisión de falsos prohombres de la patria, limpiando con ello el honor común y aireando las putrefactas cañerías del poder para mayor libertad de sus conciudadanos.

No creo que nadie se sorprenda si digo que no confío en los periodistas. Ni me fío de ellos ni me gustan, salvo honrosas excepciones. Y he tenido que bregar con ellos en muchas ocasiones, no toco de oído en esta partitura.

Su búsqueda de la verdad es tan falsa como lo altruista de su trabajo. Estos son otros que piensan - tal vez solo lo dicen- que trabajan por el bien común.

Con motivo y con razón alguien les llamó el cuarto poder, algo de lo que se vanaglorian probablemente porque no alcancen a comprender lo demoledor de su significado.

Cuento con que la prensa de uno y otro signo sacará a la luz, siempre que le sea posible, la mierda del bando contrario. Y cuento con que restará importancia a la mugre del suyo propio. 

Cuento con que los librepensadores columnistas de uno y otro signo utilizarán sus tribunas (mal llamadas atalayas pues poco suelen tener de altura) para lanzar dardos a sus contrincantes, y cuento con que usarán esas mismas para mirar para otro lado cuando sean los dardos los que encuentren bulto entre los suyos.

Lo que no puedo soportar es que los periodistas, que ostentan un poder para el que nadie les ha elegido y en el que entraron sin ningún control, sean los que dirijan las riendas de la política del país.

No puedo soportar que los políticos hagan uso omiso de sus atribuciones y termine siendo Jesús Cebrián o Ignacio Polanco o Pedro Jota Ramírez o Enrique de Ybarra los que dirijan la oposición de este País. Ahora, antes o en el futuro. 

Oposición para la que los responsables políticos elegidos parecen tan inútiles y tan paquetes como para el gobierno los que se sientan en el bando azul.

Y no me refiero solo al "Caso Bárcenas", del que ya hemos hablado y del que empiezo a estar hasta los huevos. Ni al de los "Eres de la coca y las putas"

Me refiero a que en pos de ese Watergate que les proporcione fama y gloria, o tirada y difusión, el fin se confunde con los medios y el cuarto poder termina siendo más mierda, más canalla o más fullero que los otros tres a los que critica y pretende (consigue) dirigir con la excusa de la libertad de expresión.

La Granja de Meryl Streep estaba bastante más limpita y los del Washington Post tenían otro estilo.